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¿TE PASA ALGO DE ESTO?

Sientes que no puedes más, pero tampoco sabes por dónde empezar.

Todo te cuesta el doble, te falta energía y lo que antes te ilusionaba ya no te mueve igual.

En el trabajo te notas con demasiada carga o sin avanzar.

Sientes que das mucho y recibes poco, o que no sabes donde estás, sin motivación ni rumbo claro.

La ansiedad se apodera de ti en el día a día.

Notas tensión en el pecho, nervios constantes, dificultades para dormir o esa sensación de “alerta” que no te deja descansar.

Tu autoestima está resentida.

Dudas de ti, de tus capacidades, de tus decisiones… y eso te genera inseguridad en tus relaciones y en tu futuro.

No disfrutas como antes.

Actividades que antes te ilusionaban ya no te generan placer. Sientes apatía o desconexión con la vida.

Tu mente no para… y no siempre te habla bien.

Tienes pensamientos que te agotan, te cuestionas todo y a veces eres tu peor crítico.

Tu relación de pareja te genera más ansiedad que calma.

Hay discusiones, silencios incómodos, falta de conexión o incluso miedo a decir lo que sientes.

Te cuesta gestionar la tristeza o el desánimo.

Hay días en los que levantarte de la cama supone un gran esfuerzo. Todo te pesa y sientes que has perdido la motivación.

Te cuesta manejar la culpa o la autoexigencia.

Piensas demasiado en lo que “deberías” hacer, te castigas por tus errores y te resulta difícil tratarte con compasión.

Tienes cambios de humor intensos.

Pasas de la irritabilidad a la tristeza en poco tiempo y no entiendes por qué.

Las emociones te desbordan o… ni siquiera sabes qué sientes.

Estás irritable, triste o simplemente has desconectado de ti. Y no sabes cómo volver a encontrarte.

Te cuesta poner límites y priorizarte.

Das demasiado, te cuesta decir que no y acabas con agotamiento por cuidar de todo el mundo, menos de ti.

El estrés te pasa factura.

Vives corriendo, con mil cosas en la cabeza, y tu cuerpo empieza a notarlo: dolores, cansancio extremo o falta de concentración.

Notas que tu cuerpo y tu mente no van de la mano.

Tu cabeza no para, pero tu cuerpo está agotado. O al revés: no tienes energía, aunque tu mente te empuje a seguir y seguir.

Te esfuerzas en todo, pero nada parece suficiente.

Cumples con tus responsabilidades, pero sigues sintiendo presión, vacío o frustración.

Te encuentras en una etapa de crisis o cambio importante.

Una pérdida, una ruptura, una decisión difícil… y necesitas claridad y apoyo para atravesarla.

Te comparas constantemente con los demás.

Nunca te ves suficiente, sientes que los demás van por delante y tú siempre llegas tarde o te quedas atrás.

Sientes soledad, incluso estando en compañía.

Te rodeas de gente, pero te falta conexión real. Te guardas lo que sientes por miedo a ser que te juzguen o no te entiendan.

La terapia es un espacio para parar, entenderte y empezar a cuidarte de verdad. ¿EMPEZAMOS?